lunes, 23 de febrero de 2015

La realidad de la traición

Tal vez nuestro problema sea que esperamos cosas de personas que sabemos que nunca harán nada por nosotros.

Intentamos confiar una y otra vez, pero también nos dañan una y otra vez. Nos decimos a nosotros mismos que esta vez sí, que esta persona no nos defraudará. Creemos que esa persona es especial, que será nuestro amigo para siempre y que nunca nos hará daño, hasta que lo hace, como el resto.

Entonces, nos damos cuenta de que aunque las personas parezcan distintas, en el fondo son todas iguales. Es en esos momentos de frustración y pena cuando pensamos que no podemos confiar en nadie, que no podemos creer lo que nos dicen unas simples palabras o incluso unos simples hechos.

Las puñaladas nos pueden y nos van a venir por cualquier lado y lo peor de la traición es que siempre viene de alguien que quieres.

lunes, 9 de febrero de 2015

Muñeca de porcelana



Estaba sola, sin dirección, rumbo o sentido alguno. Sentía que no tenía ningún propósito definido, sin un fin concreto. Era una persona inútil que no se creía capaz de hacer las cosas bien. 

Sentía su cuerpo demasiado rígido y pesado a como antes recordaba. Cualquier movimiento le resultaba muy difícil de realizar. Al final, tras varios intentos, consiguió mover el brazo y entonces se dio cuenta de todo.

Una vez le dijeron: “de tan poco que aprecias la vida de los demás, algún día te convertirás en una muñeca de porcelana para vislumbrar la majestuosidad de la vida humana desde ojos ajenos.”

miércoles, 4 de febrero de 2015

Un lugar desconocido



Abro los ojos. Miro al frente. No sé dónde estoy, no conozco este lugar. Me incorporo un poco y me doy cuenta de que me duele la cabeza. Pongo mi mano en la nuca, la miro, no tengo sangre. No entiendo nada. Miro a mi alrededor con curiosidad. No reconozco nada. Solo veo un campo de lilas. Al fondo encuentro unas montañas y un río que desciende. No entiendo nada. ¿Qué hago aquí?; ¿Dónde estoy?; ¿Quién soy?; ¿Por qué no recuerdo nada?

Vale, lo primero que tengo que hacer es tranquilizarme, pensar que habrá alguna explicación para estar en esta explanada solo. Tengo que recordar quien soy. Es lo más importante, si no sé quien soy, ¿cómo voy a averiguar el resto de cosas?

Decido registrar todos mis bolsillos, el cuello en busca de colgantes y las muñecas en busca de alguna pulsera. En mi cuello encuentro un colgante, es un símbolo pero no recuerdo lo que representa ni de dónde procede. En mi muñeca izquierda encuentro una pulsera tiene un nombre grabado. Esperanza. Al leerlo pienso que es un mensaje, que me dice que nunca pierda la esperanza, pero realmente no sé lo que significa esa palabra.

Decido levantarme, no puedo permanecer sentado más tiempo en un sitio desconocido. Doy mis primeros pasos, tambaleándome como si de un niño pequeño se tratase. No entiendo por qué no soy capaz de andar con normalidad y es, varios pasos después cuando me acostumbro a andar, ya recto sin encorvarme. Voy sin ningún rumbo previsto, solo espero cruzarme con ese río para poder refrescarme y al fin y al cabo, verme la cara.

Cuando por fin consigo llegar al riachuelo, tras lo que me parecen horas caminando por esa explanada, no estoy tan seguro de querer verme. Finalmente lo hago y como esperaba, veo una cara ajena, desconocida. Tengo la cara redondeada, rasgos finos, nariz un poco puntiaguda, ojos azules y grandes, pelo castaño, algo rizado y un poco largo. Por mi apariencia diría que tengo unos treinta años, más o menos. Se me hace muy duro mirar mi propio reflejo y no reconocerme, pero supongo que a todos nos ha pasado alguna vez. Que todos alguna vez nos hemos mirado al espejo sin ser capaces de reconocernos.Pero esta vez es totalmente distinto, esta vez no recuerdo nada. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Estoy en un lugar desconocido, no soy capaz de recordar quién soy, no sé a dónde ir, no sé qué hacer…

Al fin decido que lo único que me queda es caminar y, con un poco de suerte encontrar quizás un poblado o tal vez simplemente una casa, aunque sea para alimentarme. Tras esto, camino durante lo que me vuelven a parecer horas, hasta que encuentro un camino en el suelo. Entonces decido seguirlo, al fin y al cabo terminará en algún lugar, ¿no?

Tras un tiempo caminando, veo una casita pequeña, rural a un lado del camino. Es una típica casita de pueblo con una verja pequeña blanca en la entrada y un pequeño jardín. Dubitativo me paro en medio del camino sin saber qué hacer. Pero entonces me decido a llamar a la puerta. Cuando lo hago, noto que me sudan la palma de las manos, estoy nervioso y no logro entender el por qué. 

Al fin la puerta se abre y encuentro en ella una chica joven, tiene la cara redonda, unos ojos grandes marrones. Uno de ellos está cubierto por el flequillo de su pelo castaño que está recogido en una trenza. Al fijarme más en ella, no puedo pensar que la he visto antes, pero, ¿antes dónde? Es como si la conociese, me resulta muy familiar. Tiene una cara dulce y divertida, pero parece muy tímida e introvertida porque ni si quiera se mueve de su sitio, tampoco hace una mueca para abrir la boca, absolutamente nada. Vacío. Entonces, me decido a hablar primero. 

-Hola, me llamo… mm Daniel - digo apresuradamente sin pensar - y lo que pasa es que… he aparecido en medio de un campo de lilas sin acordarme de nada.-

Antes de que termine de explicar todo lo que me ha pasado, la chica se propone cerrar la puerta, pero la interrumpo a medio camino.

-Por favor, no tengo a donde ir y tampoco soy peligroso. Déjame entrar.

La chica no dice nada, simplemente abre un poco la puerta en señal de dejarme paso, yo tímidamente, doy un paso adelante. Cuando ya estoy dentro de la casa, me doy la vuelta para mirarla justo a los ojos. Entonces me doy cuenta de que es un ángel. 

El resto del día lo paso sentado en el sofá, la chica no me habla, sigue como al principio, no hace ni una simple mueca, ni un simple intento para hablar. Le pregunto su nombre. No hay respuesta. Le pregunto por sus aficiones. No hay respuesta. Le pregunto por su familia. No hay respuesta. Empiezo a pensar que no soy bienvenido en la casa hasta que se abre la puerta principal. Puedo ver que un hombre alto, corpulento con el pelo largo y facciones muy definidas está sosteniendo unos cubos. La chica salta a sus brazos antes de que él pueda soltarlos y caen estrepitosamente al suelo. Pero no parece importar a ninguno de ambos.¿Será su padre?; ¿Será su hermano?; tal vez es su novio. No creo que sea su pareja, es demasiado mayor para ella, aunque, ¿qué hombre no se resistiría ante tal belleza? Estoy seguro de que la chica no tenía problemas en encontrar pretendientes. En todo caso, no tardaré mucho en averiguar la relación que hay entre ellos, me digo a mi mismo.

Segundos después, el hombre deja de abrazarla y me mira curioso. Me levanto y me dispongo a saludarle.

-Hola, me llamo Daniel y… y… - No puedo creer lo que me está pasando, no recuerdo nada de lo que me pasó antes de adentrarme en la casa.

-Tranquilo hijo, no hace falta que me des explicaciones, puedes hospedarte aquí si lo deseas. Para mi hija y para mí, será todo un honor que nos acompañes. Mi nombre es Manuel y esta es mi hija, no le gusta decir su nombre a desconocidos, así que, cuando te lo diga, siéntete orgulloso.
Acto seguido, la chica le golpea en el hombro enfadada y me mira con los ojos más penetrantes que jamás he podido ver. Entonces me doy cuenta de lo bajita que es, me llega por debajo del hombro. La chica comienza a ruborizarse y desvía la mirada de mis ojos pero no sin antes darme un golpe en el hombro como hizo anteriormente con su padre.

Tras esto, nos disponemos a cenar y solamente hablamos Manuel y yo. Tengo miedo de preguntar por qué la chica no habla. Al final decido dejar las cosas como están y no darle más vueltas al tema.
Cuando terminamos ambos ascienden al piso superior por la escalera mientras que yo, me dejo caer en el sofá que unas horas estaba ocupado por nosotros. No paro de darle vueltas a una cosa: ¿Cómo no me acuerdo de cómo he llegado aquí?; ¿Por qué no recuerdo nada anterior a entrar a la casa? Algo tuve que hacer, ¿no? Por otra parte pienso: ¿será que tengo poca memoria? Si es así, mañana no me acordaré de lo que he hecho hoy, pero si por el contrario me acuerdo, ¿qué implica eso?; ¿Implica acaso que hay alguna fuerza que me hace olvidar determinados momentos? Lo mismo tengo el poder de olvidarme de determinadas cosas. Vaya poder, pienso. Con todas estas preguntas sin respuesta, al final sucumbo al sueño.

Abro los ojos debido al cantar de los pájaros. Despierto en el borde del sofá, un poco más y me caigo al suelo. Lo primero que pienso es si recuerdo lo que pasó ayer. Recuerdo ver a la chica, entrar en casa, estar con su padre, cenar los tres y acostarme. Entonces, esto descarta la teoría de que olvido lo que me ha pasado hace poco tiempo. Con lo cual quedan dos teorías, que haya una fuerza que me haga olvidar las cosas o que me haga recordar otros momentos o que tenga un poder extraño. Descarto la opción del poder porque si tuviese el poder de olvidar, también tendría la capacidad de recordar, ¿no? Y eso no es así. Así que debe haber una fuerza que hace que me acuerde de determinadas cosas o que me olvide de otras. Llego a barajar dos posibles opciones, la fuerza puede ser la casa o la misteriosa chica, ya que recuerdo todo lo que hice mientras ella estaba presente.

Por otra parte, he pasado toda la noche pensando en la chica. Tan enigmática, sin hablar nada, ni una palabra, tan bonita, tan bella, tan perfecta para mí, tan completa y sobre todo, tan angelical. Entonces, como si de un ángel se tratase, desciende escaleras abajo con un camisón blanco. Sin apartar mi mirada de ella, llego a pensar dos cosas: realmente es un ángel y observo que lleva una pulsera semejante a la mía.

Cuando se acerca a mí, tras saludarla pido que me enseñe la pulsera. Es exactamente igual a la mía, bueno, exactamente no, pues tiene grabado el nombre: Daniel. Me quedo petrificado y ante tal reacción, ella coge mi mano izquierda y observa mi pulsera con el nombre: Esperanza grabado. Ella empalidece por completo en tan solo un instante. Entonces lo comprendo todo, todo concuerda.
No es un ángel, es mi ángel, pero no solo eso si no que mis recuerdos no son nada si no está ella porque, mis recuerdos son ella.

Pero entonces, ¿por qué aparecí en medio de la nada? Sigo pensando y, tras un rato sin hallar la respuesta, la miro a los ojos y ella como siempre, mira a través de mí, como si pudiese verme el alma y comprendo que la quiero. Una idea fugaz atraviesa mi mente. 

¿Y si por mucho tiempo que pase, estemos donde estemos, siempre nos encontraremos porque realmente nos amamos con toda nuestra alma? 

De repente, abro los ojos, es hora de despertar, todo ha sido un sueño. He averiguado todo lo que tenía que saber.